Lo dijo la investigadora y activista feminista Sonia Correa en una entrevista con LatFem sobre la complejidad del entramado de la reacción conservadora. Además de los actores tradicionales en contra del aborto y antigénero ella identifica un movimiento que va tomando fuerza y protagonismo a nivel global: las feministas antigénero trans excluyentes. “En el último año han ganado mucho terreno, seguridad y acceso institucional”, advierte.
por Flor Alcaraz
Sonia Correa es una de las principales referentas académicas feministas de Brasil. Es investigadora de la Asociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida (Associaçao Brasileira Interdisciplinar de AIDS – ABIA) y desde 2002 es co-coordinadora del Observatorio de Sexualidad y Política, que viene haciendo reportes exhaustivos sobre política sexual en tiempos de pandemia e investigaciones transnacionales sobre la cruzada antigénero en América Latina. Hablamos con ella de la ofensiva antiderechos sexuales y reproductivos en el continente y los desafíos de los feminismos populares en las temporalidades a largo plazo y retos que plantea la crisis sanitaria. Además de las tradicionales fuerzas conservadoras en contra del aborto y antigénero, ella identifica -con preocupación- el emergente protagonismo de las “feministas antigénero”, que han ganado mucha visibilidad el último año a nivel global. “La valorización de la pluralidad feminista nos pone frente al reto complejo de disernir entre lo que es diversidad y lo que es diferencia política/ideológica. Es difícil nombrar esa diferencia de visión y reconocer que puede no ser superable. Pienso que hay en los feminismos un temor o dificultad conceptual de desapegarse de la categoría mujer porque ha sido siempre muy productiva”, dice Correa en diálogo por Zoom con LatFem. Y hace un llamado a los feminismos a empezar a nombrar y a problematizar las posiciones manifiestas de estos grupos que son, muy claramente, funcionales a las derechas.
—¿Cómo analizás que se movieron las fuerzas conservadoras en la región en el último año?
—Una primera observación es que debemos pensar el contexto desde una mirada geopolítica continental. Cuando hablamos hoy de políticas antigénero, de políticas antiaborto, de derechas nuevas y viejas derechas, ya sabemos que esto es un entramado transnacional y que hay nudos de conexión muy claros y densos entre las Américas y Europa. Y para América Latina no podemos analizar esas fuerzas desatando o desconectando la región a lo que pasa en Estados Unidos. Este año tenemos que prestar mucha atención a Estados Unidos por las condiciones peculiares de la política norteamericana, por lo que fueron los meses finales del gobierno de Dondald Trump en pandemia. En lo que concierne a la lucha por el derecho al aborto una mirada continental es hoy más productiva que una mirada regional. Las dinámicas regionales antiaborto tienen mucho más que ver con lo que pasa en Estados Unidos que con lo que pasa en Europa, con excepción de España, pues hay que considerar el rol regional de HazteOir/Citizen Go. Y en lo que es política antigénero tenemos más semejanzas y dinámicas comunes con Europa.
Un segundo aspecto que analizamos en nuestras Ediciones Especiales de Política sexual en el contexto de la COVID-19, es que la pandemia, como ha dicho Claire Prevost, en un artículo para openDemocracy, está siendo muy favorable para las fuerzas conservadoras. Esto es así porque la crisis crea un nivel de inestabilidad, temor, miedo, desorden, incertidumbre que les facilita movilizar afectos, emociones de repudio a la pautas de la democracia sexual. Movilizar afectos es un arma muy importante del arsenal o repertorio político de las fuerzas antigénero y antiaborto. Y, volviendo a la geopolítica continental, la administración Trump fue muy proactiva en los temas anti aborto, familia, libertad religiosa. Su gobierno empezó con la reedición de la regla de la mordaza, un acto que, desde 1980, siempre hicieron los lo hacen los presidentes republicanos, pero su versión de la regla fue mucho más amplia. Después, llevó como un año y medio para adoptar grandes líneas de políticas internacionales en ese campo, las cuales después de lanzadas han sido muy agresivas. La primera de ellas fue el ataque a las normas y definiciones internacionales sobre salud, derechos reproductivos y aborto y protección de la familia. Fue anunciada en 2019 por resoluciones y declaraciones en la OMS y la Asamblea General fue traducida en el llamado Consejo de Ginebra y lanzado con mucha visibilidad el año pasado. La segunda es la iniciativa iniciativa global libertad religiosa también lanzada en el comienzo de 2020. En ambos casos, Brasil, Hungría y Polonia han sido los aliados fuertes de primera hora. Y, hay que mencionar la creación de la Comisión sobre Derechos Inalienables, que en julio lanzó un documento que ambiciona revisión profunda de los parámetros epistémicos de los derechos humanos, tal como lo conocemos.
—La llegada de Joe Biden al poder genera otras tensiones, porque si bien sabemos que está a favor del aborto e imaginamos que va a defender Roe vs Wade,Trump dejó en la Corte Suprema a la jueza ultra católica Amy Barrett y a nivel local hubo en el último año más de 500 restricciones al aborto en 44 estados….¿Qué cambió con la nueva administración del norte?
—La Comisión sobre Derechos Inalienables fue desecha, Estados Unidos salió del Consejo de Ginebra y creo que ya dejó la iniciativa sobre libertad religiosa. Desapareció como instancia internacional pero ese documento está circulando y las fuerzas norteamericanas que adhieren a esa concepción seguramente van a utilizarlo en sus estrategias políticas de ahora en adelante. Pero aún cuando eso es muy positivo, como relató Jamil Chad, el periodista brasileño en varios artículos, hay evidencias fuertes de que Brasil ahora pasa a ser el líder de estas iniciativas.
Para la región eso no es nada trivial pues nos exige que se preste mucha atención a las conexiones del gobierno brasileño. En lo que concierne especificamente al derecho al aborto debemos pensar que la derrota política de Trump definitiva, el 6 de enero, coincidió una semana después con la aprobación de la ley de aborto en Argentina. Y estoy convencida que las fuerzas antiaborto, que son parte del mismo ecosistema que los actores antigénero, están desde enero reaccionando a esos dos hechos, operando de manera muy orquestada, con elevado grado de proactividad y agresividad en la región. A partir de ahora la región es su palco principal de operación. Tengo como hipótesis que seguramente van a aportar recursos financieros y estratégicos en la región para hacer de ella como territorio un tampón, para bloquear la potencial ampliación de derechos o mismo promover retrocesos. Y una última observación sobre el giro conservador de la Corte Suprema de Estados Unidos, después del nombramiento de Amy Barret, en el 9 de abril tomó una decisión sobre cultos religiosos domésticos que según el análisis de Adam Liptak del NYT, en el podcast The Daily, significó una nueva ganancia de las fuerzas neoconservadoras en sus demandas de primacía de la libertad religiosa sobre reglas seculares de aplicación general.
—El rápido blindaje al aborto en Honduras fue una demostración de esas fuerzas…
— Sí, en la región desde enero hemos visto mucha movilización de las fuerzas que se oponen al derecho al aborto y, entre ellas, lo que pasó en Honduras es muy icónico y significativo porque lo que han hecho ahí es que han conseguido legislar sobre el futuro en un país donde el aborto ya era completamente prohibido. Eso nos da, yo creo, la medida de su ambición. Y como lo han conseguido, eso se convierte en demostración de fuerza: “Acá estamos y tenemos la capacidad de hacerlo”. Además hubo muchas acciones en varios países de la región alrededor del 25 de marzo, Día del Niño por Nacer. En Brasil han intentado empujar un proyecto de ley que se llama el estatuto de la mujer embarazada pero en verdad es el estatuto del embrión. Esa propuesta es un caballo de Troya porque anuncia que va proteger las embarazadas para efectivamente da prioridad al embrión. Y acaban de prsentar un proyecto de ley para establecer un dia nacional oficial prevención del aborto “criminal”, que sería en el 8 de octubre, diez días después del 28 de septiembre, si es que logran aprobarlo. Esa es la fecha definida por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, como el día del No Nacido.
En Costa Rica una diputada del partido de Fabricio Alvarado hizo una performance en contra del derecho al aborto sin zapatos en el medio de la asamblea. Habló como media hora contra el aborto y a favor de los pueblos indígenas. Una escena muy rara y con gran capacidad de capturar la atención de los medios. En Venezuela los obispos han sacado una declaración contra el aborto. Y en la semana anterior al 25 de marzo hemos visto una actuación intensa de Agustín Laje en Guatemala. Él vive en España, donde está vinculado a Hazte Oír y Vox. Mi hipótesis es que a partir de ahora vamos a tener muchas confrontaciones. En todos los países van a pasar cosas y en algunos hay más riesgos de que en otros, como es el caso de Brasil. Y hay que decir que la victoria de Lasso en Ecuador lleva más agua e ese mismo molino. Para cerrar, sí es fundamental que Biden esté a favor de los derechos reproductivos y que haya tomado medidas positivas en ese campo. Pero hay que tener en cuenta que las nuevas políticas internacionales norteamericanas deben moverse despacio porque la administración Biden-Harris tiene muchos retos internos. Del otro lado, las fuerzas neoconservadoras ya están se moviendo muy rápido.
—Desde una mirada geopolítica, ¿dónde hay que mirar ahora, además del norte? ¿Cuáles son tus principales preocupaciones en este nuevo escenario en términos de correlación de fuerzas?
— Como he dicho, creo que es vital prestar atención a cómo esas fuerzas se reagrupan en torno a Brasil en el plano de geopolítica neoconservadora internacional y hacer lo posible para anticipar sus acciones regionales y nacionales. Pues muy claramente están invirtiendo esfuerzos para tener ganancias en la región. Pero, a su vez ,veo muy complicado y preocupante el hecho de que las feministas antigénero hayan ganado mucho espacio y visibilidad digital pero también inserción institucional. Hay que nombrar, debatir y reflexionar sobre esa nueva ola. Las posiciones anti-trans, o transfóbicas, no son nuevas en el feminismo, pero lo que asistimos hoy tiene otra escala y, sobretodo, son palpables los vínculos de esas voces con el neo-conservadurismo religioso y las viejas y nuevas derechas. Acá en Brasil están entramadas con el campo bolsonarista, sobre todo atacando los la agenda de identidad de género en la infancia. En España, desde el año pasado, las feministas antigénero hacen un ataque feroz a la nueva ley de identidad de género propuesta por Unidas Podemos. En ese contexto, Lidia Falcón, líder del partido feminista epañol y la diputada de Vox en la Asamblea de Madrid Alicia Rubio estuvieron juntas en un debate virtual en el cual se alinearon contra la ley trans. Hay también dinámicas complejas en Argentina, México y Colombia. Y pienso que no debemos quedar afásicas frente a esas dinámicas, aún cuando sea incómodo debatirlas.
—¿Por qué creés que están teniendo protagonismo en distintos países las denominadas feministas antigénero? Es decir, ¿Por qué ahora? ¿Tiene que ver con un momento de mayor visibilidad de los feminismos en general? ¿Siempre estuvieron ahí y no las vimos?
—Esas corrientes se remontan a los años 1970. En la entrevista que Judith Butler le hizo a Gay Rubin en 1994, Rubin recupera, de algún modo, la genealogía de esa corriente en el mundo anglosajón mostrando cómo surgió imbricada, tanto con la política lésbica como con las políticas de homosexualidad masculina. Pero ella también subraya que esos debates, así como los fuertes debates sobre pornografia se dieron en el mismo contexto y surgimiento de la llamada nueva derecha religiosa que es, de algún modo, es precursora, de las dinámicas que asistimos hoy. Y lo digo, porque el pasaje de esas controversias y visiones del universo de los feminismos para los debates de las llamadas corrientes principales no se puede desvincular de los avances y ganancias de los conservadurismos y de las derechas en el presente. Este clima generado por las fuerzas conservadoras en los últimos tiempos les ha sido favorable y sus posiciones echan agua al mismo molino esencialista en el cual se anclan las posiciones religiosas antigénero. Eso es a mi ver lo que ha permitido que la Campaña de los derechos de las mujeres con base en el sexo, lanzada el año pasado hay tenido tanto alcance.
—Acá en Argentina se les ha puesto un límite en los procesos asamblearios de armado del 8M y otras acciones callejeras, pero están ahí circulando en distintos espacios. El dilema, igual con los grupos antiderechos, es hablar de ellas y caer en el riesgo de darles prensa. Sin embargo, resulta necesario nombrar y marcar esos límites…¿Ves ese riesgo?
— Esa no es una conversación sencilla pues nos saca fuera de las zona de confort. Pero hay un claro desfase entre el silencio del feminismo no esencialista y trans incluyente y la visibilidad creciente de las voces feministas antitrans. Mi pregunta es: ¿dónde estamos nosotres en ese debate? Pienso que es interesante preguntarse porque es tan difícil hablar del asunto. Desde mi punto de vista, un primer osbtáculo es que el aprecio que tenemos por la pluralidad dentro de lo feminismos dificulta discernir entre lo que es diversidad virtuosa y diferencia o impases políticos/ideológicos. Es difícil nombrarlo. También me parece, y desde hace algún tiempo vengo hablando de eso, hay el los feminismos temor o dificultad conceptual de desapegarse de la categoría mujer porque es políticamente muy rentable. Y la categoría mujer, no interrogada, está en el nudo central del encuadre que manejan las feministas de los derechos con base en sexo. O sea hay ahí una convergencia que es también una trampa. Desde dónde lo veo, el apego acrítico a la categoría mujer produce puntos ciegos y confusión en otros terrenos. Por ejemplo, en Brasil hoy, no es exactamente sencillo para los feminismos posicionarse frente a lo que es un robusto movimiento de mujeres de derecha, o mismo de extrema derecha, algunas de las cuales se dicen feministas. Estamos frente al reto de desarmar esa trampa.
—¿Qué alianzas posibles ves a futuro entre los feminismos y otras fuerzas o movimientos para hacer frente a toda esta reacción conservadora tan amplia y diversa? Por ejemplo, con la lucha ambiental….
—Tenemos muchísmos retos de interseccionalidad y creación de alianzas. En la región, por ejemplo, pienso que la interseccionalidad política y las políticas de amistad entre el campo que actua en género, sexualidad y derecho al aborto y los movimentos encargados de la luchas anti-racista y indigena todavía no están completamente procesadas. Del mismo modo hay todavía retos y lagunas en lo que concierne a firmar la concepción de que políticas antigénero son una manifestación de la economía política, o sea, arrastran visiones sobre la economía, la distribución de recursos, la relación con el medio ambiente. Necesitamos tener más claridad sobre eso entre nosotres porque seguimos separadas entre las que piensan o actúan en género y sexualidad y las que piensan y actúan en el campo de los debates sobre redistribución. Pero, sobretodo, es urgente crear condiciones o espacios para que los actores principales que piensan en la economía política en el campo progresista también entiendan y se apropien de ese encuadre interseccional. Género y aborto son temas de las políticas de Estado, de política externa. En Brasil esas pautas han estado, desde hace mucho en el cierne del giro a la derecha. La derecha ha hecho campañas electorales y ha llegado al poder con eso temas que hoy son pauta de la política externa. Sin embargo, los actores de las corrientes principales de las izquierdas y del centro liberal los siguen tratando como si fueran temas de moral o costumbre, cosas secundarias.
Finalmente, el tema ambiental es la otra cara en el ensamblaje de la economía política. Y, hay ahí un enganche posible y potencialmente productivo entre las pautas que trabajamos les investigadores y redes que actúan en el debate ambiental. Ambos campos enfrentan actores que repudian la producción intelectual y científica y recurren a variadas formas de negacionismo. Las estrategias usadas por fuerzas antigénero y antiaborto en relación a la ciencia y al conocimiento, las cuales apelan a las simplificaciones y al sentido común y producen inversiones de significado, convergen en muchos aspectos con lo que se asiste hoy en el debate sobre crisis climática, aunque los vocabularios y repertorios puedan ser distintos. Es, a mi ver, urgente entablar o ampliar esa conversación. Y también pienso que hay todavía mucho que elaborar en relación a una visión que articule a un solo tiempo la crítica de las ideologías antigénero en sus múltiples versiones y la lógica extractivista que caracterizó la penetración neoliberalismo en la región en las últimas dos décadas. El lema feminista de los territorios que son a un solo tiempo los cuerpos y el medio ambiente es un excelente punto de partida. Pero necesitamos nuevas elaboraciones para interrogar consistente y sistemáticamente el discurso del Vaticano -hoy plasmado en los argumentos de muchas otras voces- según el cual la teoría de género es una insurrección contra la naturaleza equiparable a la destrucción de los bosques tropicales y otras zonas amenazadas por la voracidad del capitalismo del siglo XXI.
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