* Texto de Allan Maleche para el Kelin Kenya traducido desde el inglés
En noviembre de 2015, estaba deambulando por Harare, la capital de Zimbabue, en busca de una habitación de hotel, cuando recibí un mensaje de texto de Sibongile Ndashe, una abogada en Interights anteriormente, que había fundado recientemente ISLA, el Instituto para Litigios Estratégicos en África. ISLA es una organización regional no gubernamental de derechos humanos y tiene como objetivo desarrollar la jurisprudencia ante los tribunales nacionales y los sistemas regionales e internacionales de derechos humanos.
Sibongile, una feminista orgullosa, estuvo en Harare para una reunión con abogados y socios, sobre litigios y estrategia relacionados a derechos sexuales y reproductivos, antes de la 18ª Conferencia Internacional sobre el SIDA y las ITS en África (ICASA). Eran las 2 de la mañana y al enterarse de que yo no tenía hospedaje, me ofreció su habitación, ya que se dirigía al aeropuerto en las próximas dos horas.
Fue genial volver a ver a Sibo – como muchos la llaman cariñosamente. Pasamos gran parte de la noche recordando y llorando la muerte de nuestro amigo y activista de justicia social Joel Nana, cofundador de AMSHeR, que había fallecido siete semanas antes. Sibo asistió al entierro de Joel en un pequeño pueblo en el interior de Camerún y reflexionaba sobre su trabajo y su vida. Ella estaba especialmente preocupada por el bienestar y el futuro de la sobrina de Joel, a quien él apoyaba financieramente. Luego, en medio de nuestra conversación, recuerdo que la cara de Sibo se iluminó y sus ojos se abrieron al elogiar al nuevo presidente tanzano, John Magufuli. “Él es lo nuevo que África necesita“, me dijo.
Ella fue una de los primeros entusiastas de Magufuli, activa con la hashtag #WhatWouldMagufuliDo (#QuéMagufuliHaría). Como buena alumna de la política africana, escuché con gran interés por una hora en que ella explicó por qué el estilo de gobierno de Magufuli indicaba un alejamiento positivo de los políticos africanos corruptos, lujosos y dependientes del honor. No me sorprendió que Sibo consideraba Magufuli atractivo. Al fin y al cabo, ella es orgullosa de ser una (sud)africana, que creció bajo el apartheid y fue nutrida por los ideales de la conciencia negra transformadora que entiende la liberación como una conexión política y social con y para el pueblo. Así que cuando John Magufuli, el presidente que barrería la corrupción, se autodenominó campeón de la gente, solo podría recibir la aclamación de africanos como Sibongile.
Sin embargo, mientras escribo estas líneas, Sibongile y otras 12 personas están a punto de pasar su cuarto día y noche en una cárcel en Tanzania. Se han convertido en las últimas víctimas de una ofensiva contra la “homosexualidad”, desatada y aprobada por el gobierno de Magufuli. ¿Sus crímenes? Haber convocado y asistido a una consulta en Dar-es-Salaam de abogados y sus clientes sobre el curso de una acción contra la decisión del gobierno de limitar la prestación de ciertos servicios de salud que había proporcionado anteriormente, incluyendo los lubricantes.
Como se detalla en el comunicado de prensa emitido por ISLA y CHESA, las ONGs tanzanas que copatrocinaran la reunión, el calvario comenzó el martes 17 de octubre, cuando la policía invadió la consulta legal y detuvo a 13 personas, entre los cuales estaban los organizadores y los participantes. A todos se les concedió la libertad bajo fianza, aunque no fueran presentados cargos contra ellos. Como condición para la concesión de la fianza, Sibo y sus dos colegas tuvieron que entregar sus pasaportes a la policía de Tanzania. También se les ordenó que se reportaran diariamente a la Estación Central de Policía. Reportaron religiosamente a la Estación Central de Policía todos los días, cumpliendo debidamente con su condición de fianza. Luego, el viernes 20 de octubre, las fianzas fueron revocadas y los 13 fueron llevados nuevamente a la cárcel por ‘promover la homosexualidad’, una ofensa que no existe bajo las leyes de Tanzania. Mientras escribo, aún no han sido formalmente acusados ni presentados ante un tribunal, pero es un requisito de la ley que a una persona solo se le permita permanecer bajo custodia policial por no más de 24 horas sin que sea liberado por fianza o que sea llevado a la corte.
Uno puede preguntarse qué pasó entre noviembre de 2015, cuando Sibongile alababa al presidente Magufuli, y octubre de 2017, cuando la policía tanzana la detenió.
La respuesta simple pero compleja se encuentra en la búsqueda del presidente Magufuli por una visión moderna de ujamaa (“familia” en swahili). A pesar de sus desafíos y su aplicación coercitiva, el concepto político de ujamaa, acuñado por el primer presidente de Tanzania, Julius Nyerere, resume los ideales sociales, económicos y morales de autosuficiencia que resuenan hoy con el presidente Magufuli y millones de personas en Tanzania y en toda África. La agenda de reforma adoptada por el presidente Magufuli para librar a su país de la corrupción y del amiguismo y para obtener un trato más justo para los recursos naturales de Tanzania es legítima y loable. Sin embargo, la otra cara de estos esfuerzos de reforma ha se deteriorado en relación a la situación de los derechos humanos, marcado por la represión de la disidencia política y social. Los periódicos se cerraron, los líderes de la oposición fueron hostigados y atacados físicamente, y los abogados intimidados. Se han encontrado chivos expiatorios fáciles en personas LGBT, trabajadoras sexuales y personas que usan drogas. A través de una combinación de discurso moralista y africanismo políticamente oportuno, estas poblaciones se han convertido en el centro de un intenso acoso y de una campaña mediática negativa instigada o apoyada por funcionarios del gobierno. En última instancia, tal focalización de un segmento de la población de Tanzania viola el valor central de la visión de uyema de Nyerere de que “las personas se preocupan por el bienestar mutuo“.
Sibongile, sus dos colegas y sus clientes, todos ellos actualmente en detención, se preocupaban por el bienestar y la salud de los demás. Querían llevar sus preocupaciones y las de las personas que les interesan a la consideración de los tribunales de Tanzania para una determinación justa. Al hacerlo, no estaban promoviendo la homosexualidad. Desafiaban la negación generalizada de servicios de salud y de productos básicos que es contraria al derecho a la salud, y que pone a las personas en mayor riesgo de contraer VIH y otras infecciones de transmisión sexual, sean hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales.
El lugar de estos clientes y abogados no está en la cárcel, sino con sus familias y comunidades. Al mantenerlos detenidos, la administración del presidente Magufuli no está avanzando ujaama. Más bien, está rompiendo la familia.
Contribua para la acción urgente de presionar las autoridades de Tanzania. Descargue el modelo de carta y envie a las autoridades y a la embajada de tu país en Tanzania.