Desde que declarara abiertamente ser una trabajadora sexual en febrero del 2015, la australiana Tilly Lawless se ha convertido en una defensora optimista y sensata de esta comunidad. Y no esta sola: su actitud que le está ayudando a acabar de forma inteligente con gran parte de la confusión e ideas equivocadas que la gente tiene acerca de su profesión.
Dos meses después de revelar su ocupación, Tilly publicó una foto suya en Instagram con elhashtag #facesofprositution en respuesta a un reportaje sobre prostitución lleno de información equivocada que apareció en la página web australiana Mamamia. Este hecho desencadenó un efecto dominó que recorrió toda la industria e hizo que las trabajadoras sexuales de todo el mundo se unieran al movimiento con la intención de acabar con los viejos y falsos estereotipos de su área de trabajo.
Ahora que las aguas se han calmado, nos reunimos con Tilly para hablar sobre el año pasado y sus reflexiones sobre la industria, y entre charla y charla le hicimos unas fotos con prendas de algunos de nuestros diseñadores australianos favoritos.
Has tenido un año muy ajetreado. ¿Crees que el hecho de haber tenido una cuenta de Instagram tan popular antes de haberte declarado trabajadora sexual ayudó a la gente a entender mejor tu profesión?
Tener tantos seguidores en Instagram es algo de lo que estoy enormemente agradecida: soy muy consciente de que formo parte de una minoría privilegiada. Puedo ser abierta con mi trabajo porque trabajo en NSW, un estado en el que se ha despenalizado, y gracias a que soy una mujer blanca la gente no juzga mis acciones como un ejemplo de mi raza.
Es increíble tener un lugar donde puedo hablar de aspectos de la industria que la mayoría de la gente desconoce. Creo que como me había mostrado tal y como soy en Internet antes de hacer público mi trabajo, y que siempre había utilizado mi rostro y nombre reales en lugar de un alias, la gente ha podido ver que soy un ser humano por encima de todo.
El hecho de que haga mamadas y folle por trabajo es únicamente una parte de mi vida. Las trabajadoras sexuales suelen aparecer como prostitutas anónimas en la literatura o figuras en la sombra en el cine -además de ser objeto de chistes fáciles-, así que es una pasada poder ver que se les presta más atención. No soy perfecta y, aunque cumpla con algunos de los estereotipos, hay otros que se me escapan.
Odio la coca y el alcohol -las drogas que se suelen asociar a los trabajadores sexuales-, pero me encanta la marihuana y la ketamina; gasto mucho más dinero en libros que en ropa; soy queer, me gusta la política e intento permanecer al día con toda la mandanga de la tecnología. Saber ver a una trabajadora sexual con todos sus fallos, y no solo con su atractivo, es vital para el proceso de humanización.
¿Ha tenido Internet un impacto sobre el activismo y la visibilidad de las trabajadoras sexuales?
Internet ha sido vital a la hora de permitir que la gente marginada en la sociedad pueda presentar su realidad en estado puro y de la forma en que ellos quieren presentarla, directamente desde su propio origen.
Creo que hace unos veinte años habríamos visto a muchos más trabajadores sexuales justificando su existencia e intentando probar que merecen un respeto. ‘Pago mis impuestos, no consumo drogas, tengo una relación monógama fuera de mi trabajo’, son algunas de las cosas que las trabajadores sexuales han de decir para demostrar que son como cualquier otro miembro de la sociedad.
Sin embargo, el problema está en que estas afirmaciones perjudican a las trabajadoras sexuales que no son convencionales. Merecemos derechos y respeto porque somos humanos, no porque seamos normales. Ahora, gracias a internet, se han abierto debates con más matices alrededor de las trabajadoras sexuales.
Es un arma de doble filo. Una cosa con la que tengo mucho cuidado es con el auge de lo que llamaría ‘la trabajadora sexual moderna’. En los 90, uno de los puntos de inflexión para la visibilidad de las lesbianas fue el artículo de K D Lang y Cindy Crawford, en el que ensalzaban el lesbianismo de una forma sin precedentes.
Fue algo crucial en varios sentidos, pero también terrible en otros, porque no ayudó a que ganaran una mayor aceptación o se las tomara más en serio, sino que se les vio como un arma atrevida en el mundo de la moda. La gente siempre está dispuesta a consumir la cultura de las stripers y trabajadoras sexuales, piensa en Magic Mike XXL, en las protagonistas de Moulin Rouge y Desayuno en Tiffany’s, en la popularidad de los tacones de aguja de las stripers… Mientras tanto, a nadie le importa una mierda nuestros derechos.
Somos lo suficientemente buenas para que la gente nos consuma, pero no para que nos respete. Es por eso que me esfuerzo mucho en hablar sobre los problemas a los que se enfrentan las trabajadoras sexuales y no solo en celebrar la estética y estilo de vida que rodea a mi trabajo. Internet ya lo ha puesto muy fácil para que la gente pueda acceder a partes de nuestras vidas que resultan más polémicas/interesantes sin tener que pensar en ello con mayor profundidad.
¿Qué mujeres creativas dirías que ahora mismo tienen un mayor poder de concienciación sobre la despenalización?
Janet Mock, Molly Crabapple, las poetas de Darkmatter (que no son binarias)… Todas ellas son mujeres que utilizan a sus seguidores para hablar sobre los derechos de las trabajadoras sexuales, y eso me llega al corazón.
Creo que por lo general la gente no tiene mucha idea de las penurias a las que se tienen que enfrentar las trabajadoras sexuales, y que en países donde es ilegal o donde se aplica el modelo nórdico sus hijos, compañeros o arrendadores pueden ser acusados de proxenetas por ‘vivir a costa de las ganancias de una trabajadora sexual’, lo que significa que es prácticamente imposible que una trabajadora sexual pueda alquilar un piso o gastar su dinero de la forma que quiera.
Por ejemplo, el hecho de que en los Estados Unidos se persiga especialmente a las mujeres transexuales de color y se utilice incluso como prueba de trabajo sexual que lleven condones en el bolso obliga a muchas de ellas a trabajar sin ellos.
Cualquier política que no ha sido descriminalizada expone a las trabajadoras sexuales a la incompetencia, brutalidad y corrupción de la policía, y hay otros pequeños detalles, como que para mí sea ilegal donar sangre o que se me pueda denegar el acceso a los Estados Unidos porque allí la prostitución cae dentro de las estrictas ‘leyes contra el vicio’.
Así que es increíble ver a estas creativas hablar sobre los derechos de las trabajadoras sexuales en un momento en el que hay muchos otros debates más salaces en torno al trabajo sexual -piensa en ‘¿Cuánto gana una prostituta?’ o ‘¿Qué es lo más extraño que has hecho jamás?’- todavía venden bien.
También es genial ver a personas queer hablando sobre el trabajo sexual, cuando de forma histórica el trabajo sexual ha sido una de las pocas salidas que tenían para sobrevivir, debido a la discriminación sufrida en otras industrias.
La comunidad queer ha demostrado un esfuerzo últimamente por homogeneizarse y acercarse más a la comunidad de heterosexuales, dejando atrás los elementos más radicales e ‘indeseables’, lo que hace que los marginados resulten todavía más marginados.
La historiadora Yasmin Nair lo expresó perfectamente al decir que ‘el trabajo sexual es algo tan esencial para la historia queer como lo es para el feminismo. Olvidarnos de eso ha arruinado el feminismo, y la comunidad queer va por el mismo camino’.