Bárbara Sepúlveda Hales
Lieta Vivaldi Macho
El reciente nombramiento de la nueva ministra de la mujer, Macarena Santelices, por parte del Presidente Sebastián Piñera es muy preocupante y así lo han manifestado no sólo organizaciones feministas sino políticos/as y activistas de distintos sectores. Después de 54 días sin Ministra titular debido a la renuncia de la ministra anterior, Isabel Plá, se produce este nombramiento, generando una respuesta inmediata de la sociedad civil mediante el hashtag “no tenemos ministra”, el cual se viralizó en Chile debido a su poca representatividad y los peligros que representa.
Decimos peligros en muchos sentidos ya que razones sobran: en un contexto de crisis se requiere un Ministerio de la Mujer fuerte y con respuestas políticas y técnicas adecuadas. El gobierno de Piñera sigue operando bajo la lógica de que el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género es de segunda categoría, lo que se demuestra con el nombramiento por segunda vez de una ministra que no tiene estudios de género ni ninguna experiencia al respecto, por lo que difícilmente puede desempeñar un rol que requiere no solo de preparación especializada, sino también de una voluntad política transformadora. Sobre esto, es preciso recordar que la anterior Ministra de la Mujer, Isabel Plá, renunció a su cargo luego de la interpelación que se realizó en su contra en el Congreso Nacional, en coordinación con las organizaciones feministas, por su negligencia para conducir la política de género y la indefensión en la que dejó a miles de mujeres víctimas de violencia, además del desamparo de decenas de víctimas (niñas, niños, mujeres, LGBTIQ+ y hombres) de violencia sexual cometida por agentes del Estado (policías y militares). Además, considerando el nivel de complejidad de fenómenos como la desigualdad y la violencia de género, no podemos olvidar que asumir el rol de Ministra de la Mujer también implica cumplir compromisos y estándares internacionales ya asumidos, cumplimiento que, ante la desidia y negligencia del Gobierno, recae indefectiblemente en las organizaciones de la sociedad civil.
Como se vio en redes sociales durante los últimos días, Santelices ha desconocido públicamente la importancia de los derechos humanos: no sólo ha cuestionado las demandas que se han levantado ampliamente en Chile desde el pasado 18 de octubre avalando la represión estatal, sino que ha desconocido y relativizado las violaciones a derechos humanos ocurridos durante la dictadura. Por último, las feministas sabemos el daño que los movimientos antigénero han provocado al llegar a puestos de poder por lo que una ministra con estas características definitivamente es peligrosa.
Estamos sin duda en un momento crítico: en el contexto de una pandemia como el Covid quienes se ven mayormente afectadas son las mujeres, niños niñas y adolescentes (NNA) y las personas LGBTIQ+, lo que se exacerba si pertenecen a determinados grupos históricamente vulnerables ya sea por raza, edad, etnia, clase social, entre otros. Lamentablemente, hemos visto que los niveles de violencia se han incrementado dramáticamente durante la pandemia. En Chile, desde el inicio de la crisis sanitaria las llamadas al fono de ayuda y orientación 1455 del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género, disponible las 24 horas del día para las mujeres, aumentaron en un 125%. Por otro lado, la compatibilización del trabajo remunerado y el trabajo doméstico también ha puesto a las mujeres en una situación de gran desigualdad siendo las que llevan la mayor carga. Esto se agrava aún más si consideramos trabajos informales y precarios que son realizados mayoritariamente por mujeres y en los que han habido mayor cantidad de despidos o bien, aquellas mujeres que los siguen realizando, deben salir de sus casas sin protección adecuada exponiéndose al contagio. En Chile el 42,4% de los hogares está encabezado por una mujer (CASEN 2017), que representan casi el 50% de los hogares del quintil más pobre y el 9,2% bajo la línea de pobreza, en que un tercio de las mujeres carece de ingresos autónomo. El Estado ha llegado tarde a implementar soluciones o a prevenir situaciones ya sea de violencia o para reconocer las injusticias que sufrimos las mujeres y disidencias sexuales por un sistema androcéntrico y desigual. Desde la pandemia se han habilitado algunas vías para fortalecer la protección a la violencia, pero estas son aún insuficientes. Santelices pidió ser juzgada por sus actos y no por su pasado. Sin embargo, dos días después de su nombramiento, mostró total desconocimiento y falta de sensibilidad las necesidades de mujeres que han sufrido violencia, al visitar públicamente (con cámaras y periodistas) un Centro de la Mujer, que son lugares reservados donde mujeres llegan por situaciones graves de vulneración a sus derechos.
En Chile los movimientos feministas tienen gran fuerza y se han organizado en distintos niveles. El mayo feminista del 2018 generó una revolución que partió desde el cuestionamiento al modelo educativo por perpetuar estereotipos de género, desigualdades y permitir situaciones de abuso, a una fuerte crítica a distintas áreas de nuestra sociedad, incluyendo el sistema jurídico y operadores de justicia. Las recientes manifestaciones que empezaron en octubre pasado por el alza de la tarifa del metro tienen como raíz años de profundización del modelo neoliberal impuesto en dictadura. Una de las consecuencias del estallido social fue empezar el proceso para cambiar la actual Constitución que fue aprobada fraudulentamente durante la dictadura y escrita por un grupo reducido de personas no electas democráticamente. La necesidad de cambiarla radica entre otras cosas en poder garantizar los derechos económicos, sociales y culturales, cambiar nuestro modelo a un Estado social de derecho, organismos paritarios, y que se reconozcan derechos específicos de las mujeres y disidencias sexuales: igualdad salarial, reconocimiento del trabajo doméstico, derecho a la vivienda, vivir una vida libre de violencia, salud sexual y reproductiva, entre tantos otros. Los movimientos feministas han sido claves en este proceso. El impacto de la performance de Las Tesis es una muestra de ello. Sin embargo, desde el estallido social en Chile han ocurrido sistemáticas violaciones a los derechos humanos por parte del Estado y fuerzas especiales a la población en general y en particular mujeres y disidencias sexuales quienes han sufrido violencia sexual y de variados tipos. La anterior ministra tuvo un rol muy ausente en la defensa de los derechos de las mujeres durante dicho periodo. Santelices, por su parte, ha declarado y demostrado públicamente desprecio por los derechos humanos: ha relativizado las graves violaciones ocurridas en dictadura y ha denostado las demandas alzadas desde el pasado octubre.
La llegada a un puesto así de clave de una mujer con estas características, nos lleva a temer debido a los escenarios similares en los que se encuentran países de América del Norte y Sur como Estados Unidos y Brasil. Los movimientos antigénero están articulados y critican todo cuestionamiento a lo que consideran como “diferencias naturales” entre hombres y mujeres. En Estados Unidos el Departamento de Salud por ejemplo, bajo el gobierno de Trump ha definido que el género estaría determinado “en una base biológica clara, establecida por la ciencia, objetiva y administrable”. Con esto define el género según los genitales con que se nacen al nacer en una clara violación a los derechos de las personas transexuales. Bolsonaro, por su parte, ha hablado públicamente en contra de la llamada “ideología de género” y tomado medidas concretas que afectan derechos sexuales y reproductivos en distintos aspectos. En Chile, la UDI, el partido que representa Santelices, también ha propuesto iniciativas en líneas similares.
Como se ha señalado, el rol del Ministerio de la Mujer es clave. No podemos dejarlo en manos de una mujer sin preparación ni respeto por los derechos humanos. Por eso las organizaciones feministas decimos con fuerza: No tenemos ministra.