por Sonia Corrêa
Hace exactamente diez años, en junio de 2013, por primera vez publicamos una nota sobre la obra de León Ferrari. La motivación para eso fue el nombramiento del Cardinal Mario Bergoglio cómo Papa Francisco. Muy significativamente, Ferrari murió en 25 de julio de ese año, cuando el papa estaba en Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud.
Es importante subrayar que, en 2013, se han también manifestado los primeros síntomas de las cruzadas antigénero que han barrido Europa y América Latina, insuflando giros políticos a la derecha y dinámicas correlatas de desdemocratización. Esas dinámicas estuvieron tambien vinculadas a la trayectoria política norteamericana en la cual, desde los años 1970, se vino gestando una restauración conservadora que culminaría con el gobierno Trump, cuyos efectos siguen activos.
Pasada una década son más que palpables, por toda parte, los impactos de esos ciclones antigénero que, gestados en cuna católica, se han convertido en ensamblajes heteróclitos en que se mueven evangélicos fundamentalistas y una gama variadas de fuerzas dichas seculares, como por ejemplo los militares que han vuelto a la política en Brasil. Y, son incontables sus efectos en el campo del género, de la sexualidad , de la reproducción y de los derechos humanos. En esos tiempos tan lleno de tinieblas, la obra de Ferrari sigue siendo gramática artística icónica de la política sexual.
En su práctica artística, Léon Ferrari siempre utilizó diferentes lenguajes, como la escultura, el dibujo, la escritura, el collage, el ensamblaje, la instalación y el vídeo. Este conjunto heterogéneo de prácticas constituye una búsqueda de nuevos lenguajes estéticos, pero también un cuestionamiento constante de los flujos de poder y de los dispositivos normalizadores que dictan los valores de la religión, el arte, el Estado y la propia justicia. La obra de arte de Ferrari está, por un lado, fuertemente impregnada de la crítica a la violencia. Pero, por otro lado, también suele ser un homenaje a la mujer y al erotismo. La repetición, la ironía y la literalidad son, desde el principio de su carrera, los principales recursos de su estética y su poética.
En los años sesenta, los dibujos y esculturas de Ferrari se inspiran principalmente en el cuestionamiento ético de la religión y la denuncia del imperialismo. En 1976, un nuevo golpe militar argentino obligó al artista y a su familia a huir de Buenos Aires a São Paulo, donde permaneció hasta la década de 1990. Durante su estancia en Brasil, Ferrari se introdujo en el circuito local de arte experimental, habiendo trabajado, por ejemplo, con la artista conceptual Mira Schendel. A su regreso a Argentina, el artista continuó produciendo obras de arte políticamente comprometidas, centrándose principalmente en las desapariciones y asesinatos ocurridos durante la dictadura militar.
Aunque su producción fue vasta y muy heterogénea, persistieron en ella la crítica ácida y constante a las estructuras de poder del Estado y de la Iglesia. Por ejemplo, “Carta a un general” es un famoso dibujo de los años 1960 que recorre a un texto muy subjetivo lo cual explica la incapacidad del artista para escribir una misiva racional a alguien vestido con uniforme militar. Estas piezas de escritura encriptada dieron lugar a una serie de esculturas de alambre llamadas “Trampas para generales”. De esta misma época es la obra al lado “La civilización occidental y cristiana” (1965), una escultura que proyecta una perspectiva latinoamericana sobre la guerra de Vietnam, en ella Cristo en la cruz está atado a un bombardero americano.
Dos décadas más tarde, el uso popular de la fotocopiadora cautivó la imaginación de Ferrari. La serie Paraheretics and Xerox (en la Colección MASP), de los años 1980, denunciaba la doble moral de la Iglesia Católica con respecto a la guerra y al sexo. La serie se compone de collages que superponen las pinturas de grandes maestros del Renacimiento — como Durero, Perugino y Miguel Ángel — a la iconografía de los medios de comunicación y a las imágenes del Kama Sutra. La serie, como se podría prever, ha provocado reacciones violentas por parte de los conservadores que visitaban el museo en el cual se presentaba.
Entre 1999 y 2004 Ferrari elaboró Conversaciones entre Jesús, Jehová y Hitler, collage literario para ser representado como obra teatral cuyo contenido fue publicado en libro. Uno de sus temas es el cuestionamneto del infierno, lo que incluye las cartas escritas al papa Juan 23 clamando por su fin. Esa idea fue retomada, en 2014, por el filosofo Franscisco Berardi en una carta escritas a Francisco I.
Diez años antes, en 2004, una retrospectiva de sus obras en Argentina escandalizó al entonces cardenal de Buenos Aires, Mario Bergoglio. El ahora Papa Francisco I denunció como blasfemia las esculturas de la Virgen María en una batidora y un grupo de santos en una sartén. Un hombre ultra católico invadió la sala de exposiciones y dañó una serie de obras de arte que provocó el cierre temporal de la exposición. Pero la exposición volvería a abrirse después de que Ferrari ganara un juicio en el que reclamaba su derecho a la libertad de expresión, una reclamación que ha sido, de hecho, otro leitmotiv de su carrera y de su vida. Por esa y muc has otras razone es siempre inspirador volver a las provoaciones libertárias de Ferrari.
Imagen 1 : Los Santos en la Sartén
Imagen 2. “La civilización occidental y el cristianismo” (1965), Crédito: Natacha Pisarenko/Associated Press
Imagen 3: Carta