Alona Ferber, The New Statesman, julio 21, 2022
Las consecuencias del fallo de 24 de junio de la Corte Suprema de Estados Unidos, que revocó a Roe vs. Wade, la decisión jurídica que desde 1973 garantizaba abortos seguros y legales en Estados Unidos, aún repercuten en el país. No fue una sorpresa total, siendo que ya se había filtrado en mayo una decisión tentativa. Aun así, la reacción para muchos/as fue de shock. El acceso legal al aborto fue una de las grandes victorias feministas del siglo XX, y Roe vs Wade sustentó otros derechos, incluyendo el derecho al matrimonio de homosexuales (matrimonio igualitario) y el acceso a la contracepción. Tras el fallo jurídico, el presidente Joe Biden giró una orden ejecutiva para proteger el acceso al aborto y el Congreso ha aprobado un proyecto de ley para proteger el matrimonio igualitario a nivel federal, pero no queda claro si el proyecto de ley pasará en el Senado.
¿Qué significa para el progreso la revocación de Roe? ¿Hacia dónde irá ahora el feminismo? Alona Ferber ha intercambiado correos electrónicos sobre el tema con la filósofa y feminista Judith Butler, profesora del programa Maxine Elliot, de Literatura Comparativa de la Universidad de California.
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Alona Ferber (AF): ¿Qué fue lo primero que pasó por su mente cuando se enteró de que Roe vs Wade había sido derogada?
Judith Butler: Me pregunto si la revocación, a nivel federal, del derecho al aborto en Estados Unidos es del tipo de eventos globales que podríamos considerar tanto shockeante como absolutamente previsibles. Vimos cómo la derecha ganaba terreno, la politización de la Iglesia evangélica, su nueva complicidad con el Vaticano y la enorme influencia sobre funcionarios electos y asignados. También vimos cómo los demócratas moderados aflojaban su apoyo al derecho al aborto – o lo dejaban en el tinteiro – por temor a perder votos. Se hizo cada vez más común escuchar, en los medios mainstream y en la cultura popular, referencias a los «niños no nacidos». Y así los conservadores lograron crear la impresión de que la revocación del aborto era algo posible, incluso necesario.
No concuerdo con los analistas que culpan de la revocación de Roe vs Wade a las feministas, gente trans o incluso, a la muerte de la juez de la Corte Suprema, Ruth Bader Ginsburg. Esa forma de volcarnos contra nosotras mismas es demasiado fácil y errónea, y nos impide hacer lo más necesario: analizar y derrotar a la extrema derecha. Para hacerlo, necesitamos formar alianzas que abran espacios también para los desacuerdos profundos. Podemos avanzar peleando, pero debemos avanzar.
AF: ¿Qué se necesita para que la gente comprenda las tendencias y fuerzas sociales que nos han llevado a este momento, y lo que esto significa para la protección de los derechos arduamente ganados por los que tanto luchó el feminismo?
JB: Roe vs Wade se decidió con base en el derecho a la privacidad, y eso significaba que el derecho al aborto sin intervención del Estado era una decisión privada de las mujeres. La privacidad es una base complicada para el campo de los derechos reproductivos. Tiende a privilegiar al individuo antes que la clase [socioeconómica] y a la libertad personal en lugar de las libertades colectivas. Cuando la jueza Ginsburg estableció la discriminación «sexual» como una violación del derecho constitucionalmente garantizado de trato igualitario, ella subrayó allí que la base para las victorias jurídicas feministas era la igualdad. ¿Qué sucedería si el acceso a ciertos tipos de servicios de salud, incluyendo el aborto, es cuestión de igualdad? Si los varones tienen acceso a servicios de salud adecuados, y las mujeres no lo tienen, entonces las mujeres, y aquellas personas que quedan embarazadas, sufren de discriminación. Algo similar sucede con el acceso a servicios de salud trans. Si las personas que no son trans pueden acceder a los servicios de salud que necesitan, y las personas trans encaran discriminación en los centros de salud, pues entonces ellas son discriminadas.
Consideremos, entonces, que cuando decimos que negar el derecho al aborto es discriminación basada en sexo, pudiéramos estar diciendo que el sexo juega un rol injusto en la decisión de negar esos derechos. No necesitamos decidir si esta negación del derecho al aborto se refiere correctamente al sexo – probablemente no. Así que no es en base en el sexo que ocurre la discriminación. La discriminación se refiere de manera injusta y discriminatoria al sexo, y el único «sexo» que importa legalmente es el que figura y opera en la acción discriminatoria.
Así que cuando algunas feministas ahora hacen reclamos como «la opresión patriarcal de las mujeres está profundamente arraigada en nuestros sistemas reproductivos», pudiese parecer que esos sistemas reproductivos son la causa de la opresión. Esto es incorrecto, confunde el pensamiento, y no promueve los objetivos feministas. Es la organización social de la reproducción lo que lleva a la conclusión de si el aborto debiera o no debiera ocurrir. El Estado establece que le interesa el vientre materno, y concibe ese vientre como su provincia, en lugar de ser la provincia de aquellas personas que, de hecho, poseen ese vientre. Son, precisamente, los grupos antifeministas quienes conciben el vientre de una manera a la que debemos oponernos. De otra manera, le atribuimos a la biología la existencia de sistemas opresivos, cuando más bien deberíamos preguntarnos cómo es que esos sistemas opresivos tergiversan los factores biológicos para sus propios fines.
AF: En la decisión de la Corte Suprema de revocar Roe vs Wade, el juez Clarence Thomas dice implícitamente que otras decisiones de la Corte Suprema sostenidas por el derecho a la privacidad pudieran estar en riesgo, incluyendo el derecho al matrimonio igualitario. La decisión parece ser una poderosa evidencia de la reacción agresiva contra el progreso del feminismo, la igualdad de género y los derechos LGBTQIA+. ¿Estarías de acuerdo con esto?
JB: Creo que lo que estamos viendo es algo más serio y peligroso que una reacción. Esto es un «proyecto de restauración», cuyo objetivo final es la reconstrucción de ese orden que algunos sienten ha sido desmantelado por la legislación progresiva y las nuevas formas de investigación en las instituciones educativas. No solo buscan restaurar el patriarcado, protegerlo contra el desmantelamiento, sino que se restaura la supremacía blanca y el matrimonio heterosexual exclusivamente. Thomas habló por su cuenta cuando escribió que la Corte Suprema debía de reconsiderar las decisiones que prohíben la criminalización de la «sodomía», o que establecen los derechos al matrimonio de homosexuales. Según él, «las debidas garantías procesales» han sido muy malinterpretadas cuando en la protección del derecho contra la intrusión del Estado.
Lo que Thomas propone es que haya más intervención del Estado, la restricción de la libertad, o que se descarten las demandas por la libertad de estos casos. Él también deja muy claro que, al restringir estas demandas, se lograría la restauración del orden: la sodomía sería de nuevo inadmisible; nadie podría acceder a un aborto; el matrimonio sería, de nuevo, una institución exclusivamente heterosexual.
AF: Quizás esto es más que obvio, pero, ¿crees que la Iglesia es uno de los mayores propulsores de este «proyecto de restauración»? ¿Hay otros propulsores significativos de esta restauración?
JB: Yo diría que los supremacistas blancos y los republicanos MAGA («Make America Great Again» – el grupo base de Donald Trump –) también están librando una guerra contra las instituciones educativas de la preprimaria a la secundaria, hasta la educación superior, acusando a la izquierda de indoctrinar, así que tenemos que comprender el ataque contra los movimientos de justicia racial, derecho al aborto, justicia en salud pública y protecciones legales para los migrantes, así como el apoyo para el lobby de las armas y la industria armamentística, como algo conectado a la revocación de Roe vs Wade. Se ven claramente en juego algunos de los mismos argumentos.
AF: Activistas advierten que algunas actividades online pueden poner en riesgo de persecución penal a personas buscando servicios de aborto. ¿Crees que necesitamos pensar acerca de la idea de libertad, y los derechos mismo, de una manera distinta, dado el uso que se le da hoy día a la tecnología?
JB: La vigilancia digital se podría convertir en un problema si los Estados que revocan el aborto buscan asegurar que nadie cruce la frontera para buscar un aborto en otro lado. La vigilancia, como sabemos, es patrocinada tanto por el Estado como por las corporaciones, y puede ser que esta última sea igual de peligrosa. Me parece que la noción de privacidad, a pesar de su importancia, no debiera de ser el argumento principal para abordar los asuntos de equidad y justicia reproductiva. Debemos iluminar las conexiones entre la discriminación contra las mujeres y las personas LGBTQIA+ en todo tipo de asuntos de salud, como lo han hecho las feministas latinoamericanas. Comprendo que la ley no puede siempre operar con la misma flexibilidad que la teoría social, pero es momento de resituar los derechos al aborto dentro de un fuerte movimiento de justicia económica y social.
AF: ¿En dónde ves esperanza cuando piensas en el futuro próximo?
JB: Quizás lo más importante es hacer coaliciones en donde no lo habíamos pensado posible. Y no estoy diciendo que sería fácil. Pero estamos en tiempos en que las perspectivas del feminismo y LGBTQIA+ se censuran en las instituciones educativas, y los derechos que se ganaron con gran esfuerzo, están siendo revocados; donde la salud pública se restringe o niega. El ataque a la «ideología de género» a nivel global apunta a cerrar las clínicas de aborto, llamar a las feministas «asesinas». Se ataca la enseñanza sobre vidas gay y lesbianas en las escuelas y se ataca el acceso a la salud para niños trans. El ataque a los estudios críticos étnicos es un ejemplo más de como la supremacía blanca assoma su grotesca cabeza, que acusan a teóricos/as críticos/as e historiadores/as de ejercer métodos peligrosos contra la seguridad nacional. Una derecha muy bien coordinada nos agrupa como sus blancos de ataque, así que debiéramos decidir cómo es que nosotres deseamos unirnos, y con qué objetivos. Por supuesto, tenemos que pelear por el derecho al aborto, pero una vez comprendamos que es uno de los muchos derechos a la justicia reproductiva, y que la justicia reproductiva es parte de la compleja y dinámica lucha por la justicia, entonces estaremos en camino a imaginar una fuerza transformadora que pueda equiparar – y sobrepasar – a aquellos que promueven el odio y la desigualdad.