Por Sonia Corrêa*
En la primera semana de noviembre del 2017, Judith Butler fue viciosamente atacada en Brasil por un grupo heterogéneo de actorxs que se definen como anti-género[1], un episodio lamentable que captó la atención tanto de medios de comunicación internacionales así como de académicxs del Norte. Esta formación política bien orquestrada, no es nueva y mucho menos particular a Brasil. Como ha sido analizado por numerosxs actorxs, incluyendo la propia Butler en Deshaciendo el Género, los orígenes de esta cruzada deben ser rastreados a los debates en Naciones Unidas en los noventas, cuando por primera vez en 1994, en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, el término género fue inscrito en un documento resultado de una negociación intergubernamental. Seis meses después, en la Reunión Preparatoria para la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing 1995), en Nueva York, el término género fue atacado abiertamente por grupos católicos provenientes de Estados Unidos de América y estuvo bajo sospecha hasta justo antes de la conferencia. Algo significativo es que en la Conferencia de Beijing el término no fue atacado abiertamente, probablemente porque el Vaticano y sus aliadxs tenían otras cuestiones urgentes a qué hacer frente, tales como los derechos sexuales de las mujeres y la orientación sexual como base injustificable para la discriminación.[2]
A pesar de esto, el episodio de marzo de 1995 en Nueva York, anticipó la producción intensiva de documentos laicos y clericales dedicados a atacar el concepto de género. En 1997, se publicó el libro La Agenda de Género escrito por Dale O’Leary – una periodista católica conservadora norteamericana – el cual presenta al género como herramienta neo-colonial de una conspiración feminista internacional. Para mediados de los años dos mil, el libro había sido traducido a decenas de idiomas.[3] También en 1997, el Cardenal Ratzinger, entonces líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el libro La Sal de la Tierra, escribió que el concepto de género ‘disimula una insurrección del hombre contra los límites lleva consigo como ser biológico’. Desde inicios de los años dos mil y más allá, el Vaticano desplegó críticas teológicas sistemáticas sobre el género, por ejemplo en su publicación del 2003 Lexicón: Términos Ambiguos y Discutidos sobre la Vida Familiar y la Cuestión Ética, y en el 2004 la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la Colaboración de los Hombres y las Mujeres en la Iglesia y el Mundo. Según lo analizó Mary Anne Case en artículo, este cambio significó el abandono de la antropología teológica de la complementariedad sexual, la cual guió durante mucho tiempo la doctrina católica sobre esta temática.
Muy diferente a lo predicado por sus por sus heraldos, las campañas anti-género no han sido gestadas en la base de nuestras sociedades, sino más bien en las altas esferas de las negociaciones internacionales y la elucubración teológica. Constituyen un fenómeno transnacional que, a pesar de la conexión original con el catolicismo conservador, hoy en día cuenta con la adhesión de muchas fuerzas religiosas. Esto no significa que todas las personas religiosas comparten las mismas visiones negativas del género, ni que estas campañas sean exclusivamente religiosas, ya que tienen el apoyo de personas seglares a título individual y grupos cuyo perfil atraviesa ámbitos intelectuales y políticos, tales como científicxs biomédicxs y psicoanalistas, fuerzas políticas de extrema derecha – como las que atacaron a Judith Butler en Brasil – y también, en el caso de América Latina, políticos de izquierda. Una fuerte señal de que las campañas anti-género estaban tomando fuerza en la región fue, por ejemplo, el anuncio del ex presidente del Ecuador, Rafael Correa, quien en el 2013 dedicó uno de sus programas de televisión semanales a la abominable ‘ideología de género’ como herramienta utilizada para destruir a la familia.
Dos años después en Brasil, ocho congresos estatales habían votado eliminar el lenguaje de género de los lineamientos de la política educativa; en el 2015 este lenguaje fue atacado en documentos de políticas pública federales.[4] En octubre del 2016, el Referéndum sobre el Tratado de Paz en Colombia fue derrotado por un pequeño margen de votos, según analizó Viveros – en la campaña que precedió la votación se utilizaron abiertamente argumentos anti-género por parte de las fuerzas contrarias al acuerdo. A principios del 2017, las campañas anti-género estallaron en el contexto de la Reforma Constitucional del Distrito Federal en México y poco después un autobús ‘anti-género’ comenzó a circular por todo el país. Dos meses después el mismo autobús estaba viajando por Chile, justo antes de la votación final de la reforma a la ley que dejó atrás la prohibición de la terminación del embarazo promulgada por el régimen pinochetista en los ochenta. Coincidiendo con la visita de Judith Butler a Brasil, una campaña contra la ‘ideología de género’ en el plan de estudios de la educación pública estalló en Uruguay, un país conocido por el fuerte arraigo de su cultura laica. Y, en Ecuador una disposición legal que intentaba limitar la violencia de género fue atacada viciosamente por grupos conservadores religiosos anti-género. Conforme la cobertura mediática en contra de Butler comenzó a menguar, la Corte Constitucional Boliviana derogó la ley de identidad de género recientemente aprobada, argumentando que la dignidad de la persona tiene su raíz en el binario sexual de lo humano.
Pero estas luchas no son exclusivas a América Latina. En los últimos años cruzadas similares han estado en marcha en Europa Occidental, particularmente en países predominantemente católicos tales como Italia y España, donde se inventó el autobús anti-género. En el 2013, cuando se aprobó la ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo en Francia, a pesar de su laicidad y el republicanismo, estallaron un amplio rango de manifestaciones anti-género. También hay campañas en marcha en Alemania y Austria y son todavía más pronunciadas y viciosas en Croacia, Hungría, Polonia y Eslovenia. En Australia, los grupos anti-género estuvieron detrás del llamado a realizar un referéndum postal contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Tal y como lo analizó Kaoma, argumentos anti-género circularon en Africa Sub-Sahariana desde un encuadre que presentaba el género y la homosexualidad como imposiciones neocoloniales.
Como podemos ver en todos estos ejemplos, las cruzadas contra la ‘ideología de género’ no son ni una novedad ni exclusivamente latinoamericanas. Asimismo, el marco semántico ‘ideología de género’ se presenta como un significante vacío y adaptable que puede abarcar un amplio rango de demandas tales como el derecho al aborto, la orientación sexual y la identidad de género, la diversidad de familias, la educación sexual y sobre el género, la prevención del VIH y el trabajo sexual, como marco que puede ser fácilmente ajustado a las condiciones de cada contexto. Sus discursos construyen analogías inusuales entre feminismo, teoría queer y comunismo, una estrategia que hace eco en contextos donde este espectro sigue vivo, tales como Brasil.
Pero sobretodo, los proponentes anti-género movilizan lógicas e imaginarios simplistas y establecen enemigos volátiles – por un lado las feministas, por otro los gays, por allá artistas, más allá académicxs, en otras partes los cuerpos trans – nutriendo pánicos morales que distraen a las sociedades de temas estructurales sobre los que deberían debatir, tales como las desigualdades crecientes de género, raza, clase y etnicidad. A pesar de que utilizan argumentos teológicos, las campañas anti-género utilizan un lenguaje de Animal Planet. Sus representantes, de hecho, se adhieren a Darwin al decir que la autonomía reproductiva, los múltiples formas de familia y la fluidez sexual no sólo contradicen la ley divina sino también las de la naturaleza. Siguiendo las sabias reflexiones compartidas por Eric Fassin en el reciente Colloquium Gênero Ameaça(n)do realizado en Rio de Janeiro, podemos preguntar sin embargo, si este orden natural que buscan proteger no será de hecho uno muy frágil. Tan frágil que se hace necesario una inversión brutal en su preservación.
Esto es así porque en la vida social, lo que la sombrilla ‘anti-género’ engloba son experiencias personales, colectivas y sociales, que son cada vez más concebidas, percibidas y vividas como expresiones de la fluidez y pluralidad humana. Los discursos coléricos contra la visita de Butler recurrieron a argumentos en defensa de la naturaleza como estrategia para contrarrestar estas transformaciones. Atacan las reivindicaciones feministas y de política sexual para preservar, o de hecho, restaurar órdenes políticos, culturales y sociales contrarios a la pluralidad, la deliberación democrática y la hospitalidad. En general, atacan cualquier tipo de política comprometida con las posibilidades de superación de la desigualdad y la precariedad.
[1] Este grupo incluye el Movimento Brazil Livre (MBL), una formación extremadamente liberal pero también moralmente conservadora de Dilma Roussef, el Movimiento Escuela sin Partido, sectores de la jerarquía católica, evangélicos y judíxs de derecha.
[2] Para más información sobre los debates sobre género en las Naciones Unidas en 1994-1995 United Nation ver Françoise Girard (2007) “Negotiating Sexual Rights and Sexual Orientation at the United Nations”
[3] En Brasil el libro fue publicado en portugués en el 2008, justo después de una visita al país del papa Papa Benedicto XVI en el 2007 (Cardenal Ratzinger).
[4] En el 2015, presionado por los sectores neoliberales de su base política, que llamaban a hacer una reducción de los gastos federales, la Presidenta Dilma Roussef degradó las Secretarías Nacionales de Derechos Humanos, Políticas para las Mujeres y de Igualdad Racial. El grupo conservador religioso del Congreso eliminó el lenguaje sobre igualdad de género del decreto ejecutivo de gobierno que definía esta modificación.
* Traducido del inglés por Lydia Alpízar. Acceda al artículo original en inglés en el Blog de la London School of Economics (LSE) aquí.
** Las fotos son, respectivamente, Tormenta de nieve, un vapor a la entrada del puerto (1842), de William Turner; Cuerpo contra concepto (2013), de Maria Eugênia Matricardi; y de la series Diario de la enfermedad (2011), de Rosana Paulino.