por Massimo Prearo
Que palabras como “revolución”, “cambio” o “giro” puedan atribuirse a una institución religiosa como la Iglesia Católica, o a las palabras de un papa, dice mucho, en mi opinión, sobre la dificultad en una perspectiva de largo plazo de situarse la politología de las cuestiones de género, sexualidad y familia, especialmente en Italia donde aún hay la creencia que las decisiones políticas sobre dichos temas sean dictadas desde las cabinas de comando del Vaticano.
Las posiciones manifiestas por el papa Francisco con relación a las uniones civiles entre personas del mismo sexo, colectadas y reunidas en un documentario de 2019, que han sido reveladas en el día 21 de Octubre de 2020 — y que serian parcialmente negadas por el Vaticano algunos días más tarde — no hacen más que reafirmar el hecho que la Iglesia y los católicos viven en un mundo secularizado, en el cual la religión y las referencias doctrinarias son puestas como trasfondo o están en segundo plano, siendo útiles solamente – si es que sea el caso – como argumentos o expedientes retóricos de los cuales se valen únicamente cuando necesarios.
O sea, es como si estuviésemos en una competencia jadeante, agotadora y muchas veces ridícula para reposicionar la Iglesia en el mundo (acordando que el primer reconocimiento legal del matrimonio homosexual ha sido en Holanda en 2001 y el último, en 2020, en Costa Rica). Esa competencia no es tanto para influenciar las decisiones políticas (pues ya se pone un poco tarde…) sino para salvar lo que aún puede ser salvo de una base católica secularizada, para la cual los preceptos religiosos ya no se encuentran en el mismo nivel de las leyes del Estado y para la cual los principios democráticos de justicia, libertad e igualdad – o alguna versión más restrictiva de los mismos – ya no pueden ser sacrificados en el altar de los “principios no negociables”.
En 2016, durante los debates sobre la unión civil en Italia, las fuerzas de derecha que se oponían al proyecto frecuentemente lo hacían utilizando argumentos “científicos” y “antropológicos” en lugar de los argumentos religiosos. Al revés en el sector centroizquierda, los que apoyaban la propuesta muchas veces se basaban en argumentos religiosos y se referían justamente a la figura del papa Francisco. Mientras tanto hay un recuerdo de más lejos. En el 2005, durante el referéndum para la revocación de la Ley N. 40 sobre la reproducción asistida, el Vaticano y la Conferencia EpiscopaI Italiana (CEI)[1] lucharon tanto por la manutención de la ley que se convirtió para algunos en una “ley católica” pues acceptava la fertilización homóloga (en el contexto de la pareja) prohibiendo la fertilización heteróloga (con donante externo a la pareja).
Lo mismo vale para los primeros proyectos de ley sobre las Disposiciones Anticipadas de Tratamiento (relativa a los cuidados paliativos y la muerte digna) que encontraban cierto respaldo episcopal, justificado por la idea del “mal menor”. O sea, para la Iglesia Católica es mejor establecer un límite mientras sea posible que dejar abierta a la suerte para que los tribunales, las cortes o las nuevas mayorías políticas abran aún más la brecha llevando a la aceptabilidad de la eutanasia. Y, no olvidemos el discurso “franciscano” sobre la pastoral del aborto, que lo condena como pecado abominable, pero extiende la mano a la mísera pecadora.
Muy distinto es el discurso del nuevo movimentismo católico “provida”, antigénero y profamília, que se nutre de doctrinas intransigentes y de leyes “naturales” escritas directamente por Dios en la piel de los humanos y sobre todo, se puede decir, de las mujeres, el cual no puede aceptar tales “aperturas”. Sin embargo, cuando miramos más de cerca, la secularización también ha afectado ese movimentismo, que ahora se mueve independientemente de las declaraciones del papa Francisco, de las posiciones de la CEI o de las filas de obispos-títeres siempre de guardia.
También para el movimentismo neocatólico, la retórica religiosa es bienvenida, cuando sea necesario, para sostener un argumento o un slogan. Caso contrário van a seguir adelante solos o bien acompañados – con las voces “seculares” de Giorgia Meloni, Matteo Salvini, Maurizio Gasparri, Paola Binetti, Isabella Rauti, Lucio Malan y Simone Pillon y compañía – hacia a lo que el senador Gaetano Quagliarello llama de “catolicismo antropológico”. Para ilustrar eso basta revisar el tuíte de Gasparri con la foto del sonriente Massimo Gandolfini, líder do movimiento italiano antigénero y “profamilia”, que se denomina Day Family, ao lado de liderazgos de partidos de centroderecha, derecha y extrema derecha, durante la marcha nacional del 17 de octubre contra el proyecto de ley del diputado Alessando Zan (#ddlZan) que propone criminalizar la homotransfobia como discurso de odio.
A lo mejor será mejor seguir con ellos, ya que son los que hoy están en la cabina de comando del Parlamento con la posibilidad de maniobrar la pluma del legislador para hacerlo escribir una ley que suponga el reconocimiento de la unión de dos personas del mismo sexo, pero no los vínculos parentales existentes entre esa pareja y sus hijos.
Ese posicionamiento extraeclesiástico, extracatólico e intrapolítico es lo que tengo definido como “neocatólico” para nombrar una política de movimiento que es nueva en relación con el movimentismo católico “tradicional”. La hipótesis neocatólica es como un dedo que apunta hacia la luna al mismo tiempo que la hace una acusación. Esa luna es la Iglesia, el papa, el Vaticano y la religión católica. Así siendo, discutamos las declaraciones lunares del pontífice, pero sin olvidar del dedo apuntado para ella por el movimiento neocatólico, pues es ese movimiento que hoy día se mueve en los espacios institucionales mientras el papa sonreí para los periodistas.
Esas reflexiones han sido elaboradas con la debida extensión y profundidad en el libro L’ipotesi neocattolica. Politologia dei movimenti anti-gender (A hipótese neocatólica. Politologia dos movimentos antigênero), escrito por el autor, el cual será lanzado a la brevedad.
Massimo Prearo es politólogo, miembro y coordinador científico del centro de investigación PoliTeSse – Política y Teorías de la Sexualidad de la Universidad de Verona (Italia). Tiene publicaciones en el campo de estudios de los movimientos LGBTQI+: Le moment politique de l’homosexualité. Mouvements, identités et communautés en France (PUL, 2014) y La fabbrica dell’orgoglio. Una genealogía de los movimientos LGBT (Edizioni ETS, 2015). Con Sara Garbagnoli, fue coautor de La croisade anti-genre. Du Vatican aux manifs pour tous (Textuel, 2017, también disponible en italiano en Kaplan, 2018).
Este artículo fue publicado originalmente en italiano y fue traducido por Magaly Pazello.
Imagen: Sin título de L’Osservatore Romano (2000-01), León Ferrari.
L’Osservatore Romano hace referencia a un periódico tradicional del mismo nombre preparado por el Vaticano cuya directiva era contrarrestar las calumnias contra el Pontificado Romano. El artista argentino León Ferrari tiene como uno de sus temas principales la crítica a la Iglesia Católica. Conozca más sobre el artista.
[1] La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) entre 1991 y 2007 ha sido presidida por el cardinal Camillo Ruini, un destacado conservador, defensor de la actuación política de la Iglesia en la vida pública italiana.