Mara Viveros Vigoya
Universidad Nacional de Colombia
La noción de género y los debates que suscita en relación a sus efectos sociales y consecuencias políticas han jugado un rol crucial en distintos procesos políticos y en diferentes países, como los que acompañaron en Francia el voto del Pacto Civil de Solidaridad Social en 1999 o la adopción del matrimonio homosexual en 2013; la descalificación de movimientos sociales como el feminista o indígena por parte del presidente Rafael Correa en Ecuador; el impedimento de la continuidad del mandato de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil en abril de 2016, o el reciente resultado negativo del plebiscito del 2 octubre que buscaba refrendar los acuerdos de paz para Colombia[1]. Estos distintos ejemplos ponen de presente las apuestas que se plantean hoy en día en torno a una perspectiva de género y feminismo, entendida sea como una ampliación de la democracia – al afirmar la igualdad y libertad de los grupos minorizados por razones de género y sexualidad -, o como una amenaza para los fundamentos trascendentales de un orden social.
En este texto voy a plantear algunos elementos sobre la ideología de género, sus antecedentes y usos contemporáneos y en segundo lugar me voy a referir al caso colombiano, como uno de los casos en los que el término “ideología de género” ha sido utilizado como parte de una estrategia retórica conservadora y de las constantes interfaces que se producen entre sectores religiosos y políticos que se oponen a los cambios que se han dado en la sociedad en materia de género y sexualidad. Estas interfaces dan cuenta de la notoriedad que han adquirido las cuestiones de género y sexualidad en el mundo contemporáneo para la definición misma y de lo que constituye propiamente hoy la democracia y la ciudadanía.
¿Qué es la ideología de género? ¿Cuáles son sus antecedentes?
La ideología de género es una estrategia discursiva ideada por el Vaticano y adoptada por numerosos activistas e intelectuales católicos y cristianos[2] para contratacar la retórica de la igualdad de derechos para las mujeres y las personas LGBTI. En un artículo publicado en 2011 y titulado “Una espada de doble filo. Democracia sexual, normas de género y retórica racializada”, Eric Fassin[3] señalaba que ya en el año 2005 se había relacionado el término “ideología de género” con los debates planteados en la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre Población y Desarrollo, que tuvo lugar en el Cairo en 1994 y en la Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas realizada en Beijing en 1995. En efecto, en la Conferencia del Cairo se discutieron asuntos relacionados con la salud, los derechos sexuales y reproductivos, el aumento de la población y el sida que generaron resistencias en algunos de los países participantes (El Vaticano y algunos países latinoamericanos, nor-africanos y del Medio Oriente) llevándolos a expresar sus reservas a los capítulos del documento final que abordaban la salud y los derechos reproductivos. Por su parte, quienes asistieron en representación del Vaticano y del lobby cristiano a la Conferencia sobre la Mujer de 1995, señalaron el peligro que representaba la integración sistemática de una perspectiva de género en los programas y políticas públicas y la comprensión del género como una construcción social de la diferencia sexual.
Una de las más activas contendoras del uso extensivo de la palabra Género en la Plataforma de Beijing fue Dale O´Leary, representante de la National Association for Research & Therapy of Homosexuality (NARTH) y del Family Research Council (Fillod 2014[4]). Ella se dio a la tarea de alertar a la red de lobistas cristianos de los riesgos que encarnaban, para sus valores religiosos, las posiciones de las llamadas “feministas de género”: entre otros, se refería al cuestionamiento que hacían de la maternidad como primera vocación para las mujeres; de la tolerancia para la orientación e identidad homosexual y de la desnaturalización del sexo y la sexualidad, que abrían la posibilidad al matrimonio para las parejas del mismo sexo (Fassin 2011). Antes del inicio de la conferencia O´Leary desarrolló su denuncia de la “ideología de género”, de la que se apropiaron muy rápidamente los altos dignatarios de la Iglesia (Fillod 2014: 323), popularizando la expresión.
Vale la pena señalar también un hecho curioso planteado por Sonia Corrêa: en el Comité Preparatorio de la Conferencia Mundial de 1995, los grupos religiosos conservadores aliados, el Vaticano y algunos países islámicos se opusieron abiertamente al uso del término género, asociándolo al trabajo de deconstrucción del sistema binario de sexo emprendido por la bióloga feminista Anne Fausto-Sterling. Esta teoría, desconocida para la mayoría de las mujeres que participaban en dicha Conferencia, fue utilizada por estos sectores conservadores para generar “una ola de pánico moral (y restaurar el orden) con base en la descalificación de la idea de que el sistema binario no era adecuado para abarcar todo el espectro de la sexualidad humana[5].
En 2001 Jutta Burggraf, una teóloga cercana al Vaticano, cuya sede era la Universidad de Navarra, una universidad privada pertenenciente a la prelatura del opus Dei, publicó en Costa Rica en español el texto “¿Qué quiere decir género? que se convertiría en un artículo muchas veces citado por quienes enarbola”n el rechazo a la ideología de género. Se trata del artículo “Género”, incluido en el Lexicón sobre los términos ambiguos y discutibles sobre familia, vida y cuestiones éticas, publicado en el año 2004 por el Consejo Pontificio para la familia[6]. En ese mismo año, en una carta dirigida por el Vaticano a los obispos estadounidenses, el entonces cardenal Joseph Ratzinger dejó muy claro la posición de la Iglesia al respecto: “la colaboración de hombres y mujeres en la Iglesia y en el mundo está fundada en la premisa de su diferencia”. La antropología bíblica define el rol de los hombres y las mujeres con base en su naturaleza complementaria en términos físicos, psicológicos y ontológicos, y en la vocación primera de las mujeres de cuidado de su hijos y marido. Así, para la teología católica el orden social tiene un fundamento natural en la diferencia sexual, lo cual requiere que Dios sea identificado con la Naturaleza; de ahí, el rol privilegiado que se le asigna a la política sexual en la política de la teología católica (Fassin 2011).
A partir de entonces se han multiplicado y se han diseminado de manera global las campañas para descalificar los campos académicos del género y la sexualidad, y en los últimos años, como lo señalo más adelante, han cobrado especial énfasis en América Latina “donde el género es calificado paradójicamente como “colonización ideológica” por una iglesia que fue impuesta en estas latitudes precisamente en un proceso colonialista” (Motta 2015). A continuación, voy a referirme a los usos de esta retórica conservadora, y a las interfaces e intersecciones que ha producido en el contexto colombiano.
El uso de la ideología de género en el caso colombiano
En agosto de 2014, Sergio Urrego, un estudiante colombiano de educación secundaria, se suicidó tras ser víctima, en el colegio en el cual estudiaba, de distintas formas de discriminación por su orientación sexual. El Gobierno Nacional y la Fiscalía General de la Nación se comprometieron a investigar el caso y la madre de Sergio interpuso una acción de tutela contra la Secretaría de Educación departamental, alegando que el manual de convivencia del plantel, a la fecha de los hechos, no se ajustaba a las disposiciones legales y constitucionales referentes a la libertad de orientación sexual. De hecho, tipificaba como «faltas graves» las manifestaciones de homosexualidad.
Después de muchos avatares en la investigación y el proceso penal, la Corte Constitucional falló a favor de la familia de Sergio Urrego y expidió la sentencia T478 del 2015 mediante la cual ordenó al Ministerio de Educación Nacional implementar el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y revisar de manera “extensiva e integral todos los manuales de convivencia[7] en el país, para determinar que los mismos sean respetuosos de la orientación sexual y la identidad de género de los estudiantes y para que incorporen nuevas formas y alternativas para incentivar y fortalecer la convivencia escolar”.
Para dar cumplimiento al dictamen, el Ministerio de Educación Nacional colombiano decidió abordar la revisión de los manuales de convivencia escolares. En ese proceso se generó un intenso y polarizado debate político y religioso en torno al Ministerio de Educación, y sus esfuerzos por lograr entornos escolares inclusivos y libres de discriminación. El debate político opuso a la ministra de Educación, Gina Parody – quien había reconocido públicamente un par de años atrás tener una relación sentimental con otra colega del gabinete ministerial -, con el procurador general del momento, Alejandro Ordóñez, caracterizado por su defensa a ultranza de los valores conservadores relacionados con la familia. La tarea de revisión de esos manuales de convivencia quedó reducida en esta polémica a una estrategia utilizada por el Ministerio para, en palabras de Ordóñez, “adoctrinar a nuestros hijos y nuestros nietos en la ideología de género”. El detonador del debate fue una imagen de dos hombres en una cama, proveniente de un cómic pornográfico belga que empezó a circular por las redes sociales y que supuestamente era parte de una campaña de orientación sexual del Ministerio.
Este debate popularizó nuevamente la expresión “ideología de género”, que algunos grupos religiosos católicos y cristianos han utilizado en Colombia para señalar la comprensión de las identidades, características y deseos sexuales como construcciones sociales, acusándola de ser “la mayor falacia contemporánea”. Así emergieron en el debate campos que se fueron polarizando en torno a la comprensión de las diferencias sexuales generado tensiones que se expresan no solo en términos religiosos sino ciudadanos ya que la expresión “ideología de género” ha sido utilizada para obstaculizar políticas públicas, cambios sustantivos en la sociedad colombiana orientados a garantizar la equidad de género y más recientemente, la refrendación los Acuerdos de Paz mediante plebiscito.
Durante la campaña del NO se utilizaron distintas estrategias que buscaron hacer equivalente la inclusión del enfoque de género en los Acuerdos de Paz de la Habana[8], con la imposición de una supuesta ideología de género. Mientras una parte de la población celebraba la inclusión del enfoque de género en los acuerdos de la Mesa de conversaciones como un hecho sin precedentes en un proceso de paz, otro sector utilizaba durante la campaña del NO al plebiscito el argumento de la ideología de género para aglutinar a las personas en torno al rechazo de los supuestos cambios que traerían en los valores familiares los acuerdos de paz firmados por el Presidente Santos.
Interfaces e intersecciones en la política sexual colombiana
Según diversos análisis[9], la inclusión del enfoque de género en los Acuerdos de la Habana “fue el detonante para que la iglesia evangélica apoyara de manera masiva el voto por el NO y, de paso, obligara al país a reconocer su creciente presencia e influencia en la vida nacional”. Si bien el acuerdo no toca temas ligados tradicionalmente a lo que se llama la ideología de género como el matrimonio, la familia y las parejas del mismo sexo, algunos elementos como el enfoque diferencial de género, transversal al texto, y el uso del término género de modo no circunscrito a las mujeres fueron señalados como puntos que deben ser revisados. Se considera que el género, al ser desligado del sexo, y la sexualidad, al ser desvinculada de la biología, abren la puerta a una igualdad de derechos que no ha sido pactada socialmente, y que conlleva por ejemplo al matrimonio igualitario, la adopción por parte de parejas del mismo sexo y a la “manipulación de los discursos educativos” a través de los manuales escolares de convivencia.
Sin embargo, la relevancia que obtuvo el voto evangélico no fue el fruto de una estrategia consciente sino el resultado de una confluencia de intereses en torno del apoyo al NO. Un factor decisivo para el activismo de las organizaciones civiles de diferentes credos católicos y cristianos, fue el debate en torno a los manuales escolares de convivencia, percibidos como imposiciones de criterios de la ideología de género en los proyectos de educación institucional por parte del Ministerio de Educación[10] [11]. Otros dos elementos jugaron un papel importante: la escogencia de Cuba como sede de los acuerdos y la inclusión del enfoque de género en los acuerdos de paz para destacar el impacto del conflicto en mujeres y grupos LGBTI. El primero, reforzó la idea de que el comunismo y el Castro-chavismo estaban detrás del Acuerdo y el segundo fue interpretado como una estrategia para promover la ideología de género y la homosexualidad e imponer un modelo de sociedad que no estaba previsto. Los discursos del expresidente Álvaro Uribe, líder de la campaña de oposición a estos acuerdos, coincidieron en gran parte con los del exprocurador conservador Alejandro Ordóñez, los de algunos pastores cristianos y miembros de la Conferencia Episcopal, y los de diferentes partidos políticos. Todos concordaron en asegurar que el enfoque de género mencionado en el Acuerdo Final era en realidad una expresión de la “ideología de género” que atacaba el concepto tradicional de familia e incitaba a los niños y jóvenes a convertirse en homosexuales.
¿Qué nos dicen estas interfaces políticas, religiosas y morales de la política sexual colombiana? En primer lugar, que muchos de los avances en materia de Derechos Sexuales y Reproductivos en Colombia no han convocado a amplios sectores de la sociedad. Entre otras razones, porque gran parte de estos logros, como la despenalización parcial del aborto, la adopción homoparental, el reconocimiento de la identidad de las personas transgénero, los matrimonios para parejas del mismo sexo no han sido el fruto de debates en el ámbito legislativo[12] sino de tutelas, fallos de Altas Cortes y litigios de alto impacto’ que los han institucionalizado por vía judicial. Esto significa que dichas decisiones, surgidas de estas instancias y procedimientos, no han tenido la capacidad suficiente para vincular a grandes grupos poblacionales de la sociedad, cuya adhesión a estos cambios es lo que en última instancia garantiza el sustento político y social de estas normas[13]. Por otra parte tampoco se puede ignorar que la aplicación de estos fallos se ha realizado de forma muy diferenciada entre el contexto urbano y el rural, y entre las zonas más centrales y las más periféricas del país (Gil Hernández 2016).
En este escenario, los sectores religiosos cristianos han ganado espacio, recogiendo las inquietudes y temores que generaron los cambios que se han dado desde los años noventa con la denominada ley general de la educación. En efecto, en esta ley se modificó la idea del joven, percibido ahora como sujeto político y de derechos, y se incluyó la educación sexual y reproductiva dentro de la legislación como una obligación estatal (Morales Borrero 2010)[14]. Las distintas propuestas de abordar el género y la sexualidad en la Escuela que se han hecho desde entonces han suscitado innumerables reacciones de sectores conservadores que buscan sembrar el pánico moral entre padres y madres de familia y entre educadores. Uno de los efectos de estas reacciones es el tímido alcance de la educación sexual y reproductiva que se ha impartido en Colombia, más relacionada con un control y sanción moral de las conductas de los jóvenes y las mujeres (y más específicamente las mujeres jóvenes) que con un enfoque de los derechos de los jóvenes (Morales Borrero, 2010) fundado en un “nuevo” régimen secular de la sexualidad (Carrara 2015)[15].
No sobra recordar que quienes se opusieron a la revisión de los manuales de convivencia no hablan de los derechos de las y los jóvenes sino del derecho de los padres a formar a sus hijos en materia de sexualidad, de acuerdo con sus principios y valores. En los discursos de quienes se presentan como defensores de la familia tradicional ni las y los jóvenes, ni las niñas y niños son considerados realmente como sujetos con capacidad de decisión sobre estos asuntos. Así, en las recientes marchas contra las cartillas, que se estaban revisando para poder brindar precisamente una mejor protección a los menores contra las violencias de las que podían ser objeto en los colegios (Rodríguez Rondón 2016)[16], llama la atención la centralidad de la infancia y la defensa de los niños en las banderas enarboladas. La juventud, pero sobre todo la infancia, fueron señaladas como símbolos de la inocencia y el desvalimiento para movilizar emociones contra cambios que se perciben como amenazantes del orden familiar. A la par, han sido utilizadas como “moneda de cambio” por los sectores políticos y religiosos conservadores que vincularon el voto afirmativo en el plebiscito con la imposición de la ideología de Género en la escuela[17].
En este debate político también se expresa una fuerte resistencia al reconocimiento de los derechos de las personas LGBTI, constituidas como una categoría abyecta de enemigos de la infancia, la familia y la moral cristiana. No obstante, el enfoque de género examina únicamente asuntos asociados con el origen y desarrollo del conflicto armado, como el reconocimiento de las mujeres y personas LGBTI como víctimas del conflicto armado que han padecido su dinámica de formas particularmente graves, dada su posición social subordinada. Cuestiones como la definición de familia, el matrimonio o adopción por parejas del mismo sexo, así como otros derechos de las personas LGBTI reconocidos en la Constitución Política de Colombia y en la jurisprudencia constitucional no están incluidos en este acuerdo, como lo señala un comunicado suscrito entre algunas organizaciones de las personas LGBTI y las Farc-EP. El debate de estos temas, continúa el comunicado, deberá ser efectuado libremente y en democracia en las instituciones correspondientes[18].
El caso colombiano pone de presente las dificultades que se plantean hoy en día para poner en la agenda pública los debates de género y diversidad sexual. Es importante entender que lo que está en juego en esta discusión sobre “la ideología de género” y su uso en distintos contextos políticos y lugares, es la posibilidad de entender los ordenamientos de género y sexualidad, como sistemas no fundados en una autoridad trascendente, llámese Dios, la naturaleza o la Tradición o cualquier otro principio transhistórico, al abrigo de una crítica política.
¿Qué va pasar ahora? ¿Cuáles son los pronósticos hacía el futuro?
En respuesta a la decepción que experimentaron las y los jóvenes con los resultados del plebiscito, el 3 de octubre pasado nació el movimiento juvenil ‘Paz a la calle’. Este movimiento les ha devuelto a los jóvenes el protagonismo público que no tuvieron en los debates que acompañaron el rechazo a las cartillas que revisaban los manuales escolares de convivencia. Y a esta iniciativa se han sumado docentes que imparten clases en la calle, o subcomisiones como la de género y diversidad sexual, que explican sobre los alcances del enfoque de género en los acuerdos de paz.
Luego de casi 50 días de presión, el Campamento por la Paz, iniciativa derivada del movimiento “Paz a la calle” – que se había instalado en la icónica Plaza de Bolívar, sede del poder político-administrativo y religioso de Bogotá – se levantó, en parte por decisión propia, al considerar que se había cumplido su objetivo de permanecer hasta que se hiciera un nuevo acuerdo de paz, como se logró nuevamente el 12 de noviembre pasado, después de que los negociadores de paz del Gobierno Nacional y de las Farc hicieran ajustes en 56 temas, tras la victoria del NO en el pasado plebiscito del 2 de octubre. Sin embargo, quienes decidieron permanecer hasta que se implementara el nuevo acuerdo para la paz, fueron desalojados por la fuerza, y sus bienes y carpas fueron decomisados por la Policía, generando indignación entre la ciudadanía e impotencia entre los manifestantes[19].
Los arreglos en el nuevo Acuerdo incluyen acotar el enfoque de género a la búsqueda de garantías para que las mujeres víctimas del conflicto armado sean tratadas con prioridad. Los derechos de las personas LGBTI quedaron incorporados en los principios de igualdad y no discriminación del texto pactado. Desde el lado del gobierno, se anunció que el próximo 23 de noviembre se entregará al Congreso de la República el nuevo acuerdo para que sea en ese escenario donde se realicen las discusiones sobre éste. Mientras tanto, hay suspenso alrededor de cuál será la salida de este impasse de la política (sexual) colombiana.
[1] En el plebiscito del 2 de octubre de 2016 el 50,21% de los votantes en Colombia dijo “No” al acuerdo alcanzado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tras casi cuatro años de negociaciones en Cuba.
[2] Los adjetivos “cristiana” y “cristianos” (a secas) hace referencia al movimiento evangélico pentecostal, en plena expansión en toda América Latina y en el África Subsahariana. Hoy alrededor del 16% de la población colombiana simpatiza o hace parte de este movimiento y representa la segunda expresión religiosa en Colombia, después del catolicism. Beltrán,William Mauricio, en http://razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/7141-la-mutaci%C3%B3n-del-cristianismo-colombiano-de-cat%C3%B3lico-a-pentecostal.html
[3]Fassin, Eric. A double-edged sword: Sexual democracy, gender norms, and racialized rhetoric. The question of gender: Joan W. Scott’s critical feminism, 2011, p. 143-158.
[4] Fillod, Odile, 2014. L’invention de la “théorie du genre”: le mariage blanc du Vatican et de la science Contemporary French Civilization, vol. 39, no. 3 doi:10.3828/cfc.2014.19
[5] Corrêa, Sonia. O Percurso Global dos Direitos Sexuais: entre “margens” e “centros”. Bagoas: Estudos gays, gêneros e sexualidades, 2009, no 4, p. 17-42.
[6] Vale la pena señalar que el autor del prefacio del Lexicón fue el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia de la Santa Sede, desde 1990 hasta su muerte acaecida en 2008, en Robcis, Camille. Catholics, the “Theory of Gender,” and the Turn to the Human in France: A New Dreyfus Affair? The Journal of Modern History, 2015, vol. 87, no 4, p.-909.
[7] Estos manuales recogen los acuerdos de la comunidad educativa sobre los marcos valorativos y las normas que guiarán la vida en la escuela y que facilitarán la construcción de convivencia en el entorno.
[8] La inclusión del enfoque de género en el acuerdo, firmada en Cuba el 24 de julio pasado, busca, según lo señala el Comunicado oficial, “crear condiciones para que mujeres, y personas con identidad sexual diversa puedan acceder en igualdad de condiciones a los beneficios de vivir en un país sin conflicto armado”.
[9] http://www.elespectador.com/noticias/politica/el-fenomeno-cristiano-detras-del-no-articulo-661678
[10] http://caracol.com.co/radio/2016/08/09/nacional/1470752686_387127.html
[11] Semana edición No. 1800, 30 octubre al 6 de noviembre de 2016, pg 27
[12] Ver Gil Hernández, Franklin, (2016) en: https://sxpolitics.org/es/la-politica-sexual-en-julio-de-2016/3429
[13] Esto no es un fenómeno único en Colombia sino la expresión de una tendencia mundial de debilitamiento de las instituciones políticas como el Congreso y los partidos que ceden espacio a órganos no representativos como Las Cortes. Semana Edición No 1800
[14] Morales-Borrero, María Carolina (2010). “Lo político de las políticas de salud sexual y reproductiva para jóvenes en Colombia.” Gerencia y Políticas de Salud Vol. 9, No.19, pp 69-89,
[15] Carrara, Sérgio 2015. Moralidades, racionalidades e políticas sexuais no Brasil contemporáneo. Mana 21(2): 323-345 – DOI http://dx.doi.org/10.1590/0104-93132015v21n2p323
[16] Rodríguez Rondón, Manuel, 2016. “La infancia como símbolo y moneda de cambio” en http://www.clam.org.br/ES/destaque/conteudo.asp?cod=12437
[17] Esta misma argumentación acompañó las polémicas en torno a las cartillas escolares, en Francia y en Brasil, aunque en cada uno de esos países, la coyuntura política le imprimió características particulares al debate.
[18] Este es parte del comunicado conjunto suscrito el 3 de noviembre de 2016 entre algunos líderes de las principales organizaciones LGBT y las Farc-EP que busca que se mantenga el enfoque de género en los acuerdos de paz logrados y enumera cinco puntos que serán discutidos posteriormente con el Gobierno y promotores del NO. Ver http://colombiadiversa.org/noticias/comunicado-conjunto-organizaciones-lgbt-la-delegacion-paz-las-farc/
[19] http://www.elespectador.com/noticias/bogota/desalojan-el-campamento-paz-plaza-de-bolivar-articulo-666372