Habemus matrimonio igualitario
Carlos Figari* e Mário Pecheny**
16 de julio de 2010
En la madrugada del 15 de julio de 2010, el Senado argentino votó favorablemente el proyecto de reforma al matrimonio civil que venía de la Cámara de Diputados. La nueva ley incluye a las parejas formadas por dos personas del mismo sexo al matrimonio civil, con los mismos derechos y obligaciones en materia conyugal y adopción, y con el mismo nombre.
El haber logrado un avance fundamental en el reconocimiento legal de los derechos de las personas LGBT en Argentina es fruto de un intenso trabajo de la militancia en sus dimensiones política, académica y social.
Hubo un trabajo lento pero efectivo en cuanto al reconocimiento de leyes de uniones civiles, en una primera etapa, gracias a las luchas por la no-discriminación y reconocimiento de derechos lideradas por organizaciones pioneras, como Gays por los Derechos Civiles y la Comunidad Homosexual Argentina. Al momento de discutirse la ley de matrimonio, Argentina tiene formas de unión civil en cuatro jurisdicciones: las ciudades de Buenos Aires, Villa Carlos Paz (Provincia de Córdoba), Río Cuarto (Provincia de Córdoba) y en la provincia de Río Negro. Aprobar una ley que reconozca estos derechos supone lograr consensos políticos. La agenda del movimiento LGBT, en el marco de una agenda más amplia de derechos en relación con el feminismo, el género, la reproducción, la salud y la sexualidad, ya estaba instalada hacía algunos años y era transversal a todo el espectro político. Hoy tanto el apoyo como la oposición al proyecto atravesaron a todos los partidos representados en el Congreso.
Posteriormente una efectiva estrategia fue aquella desarrollada por varias organizaciones, especialmente la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, que estimulaba a las parejas a presentarse para casarse en los Registros Civiles. Allí se les comunicaba que no podían casarlos y acto seguido se iniciaban demandas judiciales de inconstitucionalidad de las leyes que impedían el matrimonio entre personas del mismo sexo. La estrategia fue efectiva, varios jueces y juezas autorizaron algunos casamientos e incluso comenzaron a producir fallos que declaraban la inconstitucionalidad del Código Civil argentino y habilitaban a casarse. En el lapso de unos meses, se casaron así nueve parejas. Una jueza comenzó a hacer caer esas decisiones judiciales, pero pronto fueron convalidadas. Esto presenta hoy un desafío a la Corte Suprema de Justicia que en breve debe pronunciarse al respecto. Los casamientos aún hoy son válidos y sigue casándose gente por la misma vía. Esto significa que, más allá de la ley, ya era posible contraer matrimonio en Argentina para las personas del mismo sexo.
Esta cuestión instaló el tema en la opinión pública y en los medios, como un tema de igualdad ante la ley sin discriminación por orientación sexual. Legisladoras/es de los partidos más progresistas (o legisladoras/es progresistas de los partidos políticos) entonces, consiguieron consensuar un proyecto de ley que modificase el articulado del Código Civil. La ley es muy sencilla, apenas deroga los artículos que hablan de marido u hombre y mujer, y habilita que cualquier persona sin discriminación de sexo pueda contraer matrimonio.
Un paso decisivo fue hacer caer la pretensión de que esta ley en vez de matrimonio fuese de unión civil, con el explícito fin de “preservar” la dignidad del matrimonio para las parejas heterosexuales, limitar la facultad de adopción a las parejas del mismo sexo (algo para lo cual los individuos LGBT ya estaban facultados/as) y prohibir taxativamente la fertilización asistida (práctica aún no regulada en la Argentina).
La “solución” de la derecha religiosa que vio casi perdida la lucha, fue la siguiente: les damos unión civil pero no matrimonio. Esto no fue aceptado por los movimientos sociales ni por los legisladores que sostenían el matrimonio igualitario. El polarizado debate en Argentina reedita una lucha cultural nunca acabada entre la intervención religiosa y el Estado laico. El primado católico llegó a hablar de plan de dios y de plan del diablo. La presidenta Cristina Kirchner, valientemente tomó partido en la discusión, los tildó de oscurantistas y medievales, y se pronunció por garantizar los derechos de las minorías.
Treinta y tres senadoras/es votaron favorablemente y veintisiete en contra. El matrimonio igualitario es hoy legal en la Argentina.
Terminó el Mundial de Fútbol, organizado por Sudáfrica, un país con matrimonio gay, y cuya final la jugaron equipos de dos países con matrimonio gay, España y Holanda. Si en fútbol Argentina no llegó hasta el podio, con la aprobación de la ley la Argentina se sumó ayer, con felicidad, al podio de aquellos países que abolieron un Apartheid aún vigente en casi todos los demás países. Pero, sabemos, el campeonato por la igualdad recién empieza.
* Carlos Figari
Dr. en Sociología (IUPERJ-Rio de Janeiro)
Investigador CONICET- Universidades de Catamarca y de Buenos Aires,
Argentina
Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani
figari38@yahoo.com.ar
** Mario Pecheny
Dr. en Ciencia Política (U. de París III)
Investigador CONICET – Profesor de la Universidad de Buenos Aires
Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani
mpecheny@retina.ar